Ayer fue el Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina. Una práctica que, según datos de UNICEF, afecta a más de 100 millones de mujeres en el mundo y que, además, es “una de las violaciones de los derechos humanos más persistentes, omnipresentes y silenciosamente tolerada”. En España, se calcula que cerca de 10.500 niñas estaban en el 2010 en riesgo de sufrir la ablación, según datos del Mapa de Mutilación Genital Femenina en España elaborado por el Grupo Interdisciplinario para la Prevención y el Estudio de las Prácticas Tradicionales Perjudiciales (GIPE / PTP ) en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Esta práctica es un ataque directo al cuerpo de las mujeres y a su sexualidad con la tentación de ser justificada con argumentos de relativismo cultural, cuando en realidad es el control sobre el cuerpo de las mujeres, cuando estas son niñas. Es la violencia más explícita rodeada del reconocimiento social contra el cual las instituciones de todo el mundo tenemos que luchar. En este sentido no puedo sino alegrarme de la noticia que ayer se supo que el Tribunal Constitucional de Egipto rechaza legalizar la ablación, que de hecho está prohibida desde el 2007, pero que se practica en más del 90% de los casos. Ahora bien, hay que hacer una segunda reflexión, que es el hecho que esta propuesta de legalización haya llegado hasta estas instancias jurídicas.
Los derechos humanos se tienen que defender cada día, pero cada día está más claro que los derechos que se vulneran más son los de las mujeres, los de las niñas.