Ante los recientes acontecimientos de Ponferrada, hay que hacer dos reflexiones que resultan relevantes. En primer lugar, la cantidad de hombres que continúan actuando en la política o en la empresa por la complicidad de silenciar el acoso sexual y menospreciar su gravedad social. En segundo lugar, la sensación que la opinión pública ha cambiado respecto a la evolución de la condena del acoso sexual de las personas… Hemos avanzado en igualdad?
En cuanto a la complicidad al acoso sexual, hay que cuestionarse cuánta violencia de baja intensidad permiten todavía estas situaciones. El silencio quiere decir complicidad, y en estos momentos hay mucho silencio cómplice. No hay bastante intolerancia respecto al machismo.
Hay muchos grados de machismo. El nivel más evidente y rechazado socialmente es el que acaba en la muerte de las mujeres, el maltrato físico. Un segundo nivel de esta lacra es el maltrato psicológico o el acoso sexual. En último lugar, el machismo de baja intensidad: personas que teóricamente apoyan la igualdad, pero que, en cambio, aceptan comentarios y actitudes discriminatorias hacia las mujeres. Se da poca importancia a este machismo. ¿Se tendría la misma tolerancia verso actitudes y comentarios de cariz fascista o racista?
Seguramente hay demasiados hombres en el espacio público machistas con sus compañeras. Nos tendríamos que preguntar cuál es la razón. Las personas, mayoritariamente hombres, que ejercen el poder en el máximo nivel no son bastante intolerantes con las actitudes machistas. Es importante que quién tiene las máximas responsabilidades sea intolerante con el machismo. El machismo o la no actuación significa complicidad: sólo seguiremos avanzando en igualdad con tolerancia cero respecto el machismo.
¿La sociedad ahora es más intolerante con estas actitudes? Mi percepción es que socialmente sí que hemos avanzado. Creo que las políticas públicas y el discurso feminista presente en la etapa Zapatero provocó cierto cambio de mentalidad.
Parece que las diferentes ejecutivas del PSOE disponían de diferentes versiones sobre si el regidor-assetjador participaría en la elección del alcalde y, en consecuencia, había diferentes posturas. Mientras los regidores de Ponferrada sí que aceptan los votos de un acosador, no se acepta socialmente que desde la política (no sé si sólo desde la izquierda) se obtengan cargos o poderes institucionales con votos de un acosador. Finalmente hay un acuerdo en la sociedad y en el partido según el cual no es tolerable que un alcalde socialista sea escogido con el apoyo de un acosador.
Para mí, lo más relevante es evaluar si los derechos de las mujeres avanzan o no avanzan y valoro especialmente que este caso haya tomado un vuelo tan grande en la actualidad política. Esto significa que hay una gran sensibilidad respecto a los derechos de las mujeres, como mínimo en que el acoso sexual es incompatible teniendo responsabilidades en la vida pública y en que, finalmente, desde la izquierda no podemos aceptar el apoyo de un acosador.
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