El escrache no se puede criminalizar, es una vieja práctica de protesta directa a los representantes. Evidentemente los representantes públicos, no sólo por ser electos, sino como ciudadanos tienen derechos y harían flaco favor a la democracia y al propio movimiento de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), traspasando las líneas rojas de respeto. Pero, de momento, las concentraciones que se han convocado han sido pacíficas, han mostrado el descontento directamente a los diputados.
Esta postura es una muestra de las nuevas peticiones sociales, que reclaman una relación directa y no mediante intermediarios. Peticiones de nuevas relaciones directas con las personas, con los periodistas más que con los medios, con los directivos más que con la empresa y con los diputados más que con los partidos.
El Partido Popular cuando está en el gobierno no sabe gestionar la relación con los movimientos de protesta, que las califica de antidemocráticas, ahora es la PAH, calificada de ‘terrorista’ y ‘de antidemocrática’ pero en su día fue el 15M, las protestas del 2004.
Hay que recordar que la democracia es el gobierno, el parlamento votado en las urnas, pero la democracia también está basada en la libertad de asociación y de expresión, por lo tanto, la sociedad civil y no sólo los partidos tienen la capacidad y el derecho de poder expresarse y oponerse a las decisiones de las instituciones. Y el gobierno demuestra cada día el desprecio por la gente, (por segunda vez, el presidente del gobierno hace una comparecencia a través de una televisión de plasma, y hace cinco lunes que Cospedal no atiende a los medios), por las personas que opinan diferente de ellos y que en realidad califican a quien no opinan como ellos de antidemocráticas en unas actitudes que tienen mucho de antidemocráticas.
En estos momentos tan complejos por la crisis económica, social, por la desafección con la política, el intento de criminalizar estas protestas es la peor de las respuestas, porque lo que consigue es alejar más a la ciudadanía de la política, y profundizar más todavía en la idea de que los políticos no estamos dispuestos a escuchar. Esta es una forma de hacer de la derecha, especialmente cuando tiene mayorías absolutas, porque confunde el número de escaños con poder aplicar unilateralmente sus políticas sin diálogo social. Y esta sí es la base de la democracia