Publicado en El Periódico (06/09/18). Prostitución y explotación, entrelazadas
Regular esta actividad sexual no es la mejor opción, porque no es una profesión ni un trabajo reconocido
En nuestro país la prostitución es sinónimo, muy mayoritariamente, de mujer inmigrante de país pobre. Una gran parte son víctimas de la trata con fines de explotación sexual o bien sobreviven en situaciones de vulnerabilidad, atrapadas en deudas, pobreza, sin posibilidades de encontrar trabajo legal. ¿Dónde está la libre elección? ¿Qué gana una mujer en situación irregular por legalizar la prostitución?
Ante la polémica de la creación de un sindicato de prostitutas, un sindicato de prostitutas, la respuesta es clara: la prostitución no es una profesión ni un trabajo reconocido. Son legítimas las asociaciones de mujeres en situación de prostitución para defender sus derechos, pero no cabe la existencia de una organización sindical, que ha de estar vinculada a una profesión reconocida. Y esta no solo no lo es, sino que reconocerla mediante este decreto implicaría ‘de facto’ volver a despenalizar el proxenetismo al recoger, como se pretende, a las “trabajadoras por cuenta ajena”. Recordemos que en su momento las feministas habíamos llegado a un cierto consenso: no al proxenetismo, no al lucro de una tercera persona a través de la prostitución de una mujer.
Derechos humanos básicos
Al abordar el fenómeno de la prostitución, lo que se debe priorizar es la protección de las mujeres víctimas de la explotación sexual. Más del 90% de prostitutas lo hacen forzadas y están privadas de los derechos humanos más básicos, como podemos ver cada vez que se desarticula una mafia. Y hay que tenerlo claro: prostitución y explotación son dos realidades absolutamente entrelazadas.
En este sentido, regular la prostitución como un trabajo no es la mejor opción. Supondría un incremento tanto de la prostitución, como del tráfico; dejaría más margen de actuación a las redes y proxenetas y haría más vulnerables a las víctimas. Así ha sucedido en los países que la han regulado. En Holanda, tras esta regulación en el 2000, la industria del sexo experimentó un incremento del 25%. El 80% de las prostitutas siguen siendo traficadas. Y así ha sucedido también con la regulación de los prostíbulos en Catalunya hace 16 años: en vez de disminuir el fenómeno, produjo la irrupción de los macroburdeles en la frontera, algo que no ha ocurrido en Euskadi. La disminución de la prostitución y la no normalización de la compra de servicios sexuales es lo mínimo a lo que deberíamos aspirar.
Una sociedad avanzada no debe asumir que parte de las mujeres sean esclavizadas
Existen otras razones de peso. Chocaría con derechos básicos de nuestra legislación, como la dignidad humana, la igualdad y el derecho a un trabajo digno. La regulación supone dar margen al liberalismo más despiadado, que permite que todo se compre y se venda. Normalizar el alquiler del cuerpo de las personas siempre ha sido un límite para proteger a las personas más débiles, desde cualquier visión de izquierdas.
La prostitución es un gran negocio mundial basado en las mujeres pobres de los países pobres. ¿Tiene sentido normalizar o aceptar el consumo de prostitución, por parte de los hombres de los países ricos, de mujeres de los países pobres? Nunca olvidaré las palabras de Somaly Man, en su comparecencia en la comisión sobre prostitución en el Congreso, en el 2016: “Las mujeres de los países pobres necesitamos a España y os decimos: cuidado con tomar aquí un camino fácil. La lucha contra la esclavitud sexual y laboral requiere de una respuesta global, además de ser necesario empoderar a todas las mujeres del planeta para que no tengan que ser prostitutas, y cómo no, formar a los hombres y a las mujeres en el respeto a los demás.”
La prostitución está muy lejos de lo que podemos considerar un trabajo digno. Si nos planteamos algunas cuestiones prácticas derivadas de regular la prostitución, nos damos cuenta de que chocan con los valores de un estado social avanzado. ¿Cuáles son las atribuciones profesionales con las que describimos esta actividad?
Una sociedad avanzada y digna no debe asumir que parte de las mujeres sean esclavizadas o que la pobreza las mantenga atrapadas en un círculo de muy difícil salida, como la prostitución. Una sociedad avanzada debe tener como objetivo erradicar la explotación sexual. Por ello, es necesario la sensibilización de la sociedad respecto de la realidad que se esconde tras la prostitución: la vulneración grave de los derechos humanos. Debemos promover la tolerancia cero a crear servicios basados en la prostitución, cómplices de las mafias que se lucran de la explotación sexual de mujeres.
La prostitución está reñida con la autonomía y el empoderamiento de las mujeres. Nada hay más contrario al avance en igualdad efectiva y real ¿O es que creemos en una sociedad futura más igualitaria donde una parte de las mujeres, las más pobres y vulnerables, deban alquilar su cuerpo para sobrevivir? Rotundamente, no.